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La nueva generación de votantes

Siempre será un tema de necesario análisis incluir a los jóvenes, como un sector capaz de disfrutar y ejercer sus derechos político-electorales, en unión con el interés en incrementar su participación y desempeño en asuntos sociales, políticos, laborales, y educativos.

A partir de la reforma en 1969 del artículo 34 constitucional que reconoció  la edad de 18 años (antes era hasta los 21 años), han existido varias generaciones de jóvenes que han encarado la decisión de creer o no creer, de votar o no votar. Un cúmulo de generaciones han sido visualizadas como el futuro para el país, y por lo tanto contempladas como destinatarias de una serie de políticas públicas y de mercadotecnia electoral, mismas que se han desplegado en contextos políticos-sociales a veces distintos y en ocasiones con tintes de similitud.

En términos del Censo de Población y Vivienda 2010, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) somos 112,336, 538 mexicanos, de los cuales 11, 026,112 tienen de 15 a 19 años y 9, 892, 271 tienen de 20 a 24 años.

Ahora bien, el universo de jóvenes electores que integran nuestro país, se tendrá que enfrentar a sus propias condiciones personales para tomar la decisión de votar, y por cuál opción, o no votar en las próximas elecciones. Los perfiles de dicha población son tan variados. Algunos de los integrantes de esos sectores, comparten la característica de no contar con una autoestima firme, vivir el presente con  gran intensidad, sin que en sus vidas cotidianas importe el mediano y largo plazo, y pueden relacionarse con los llamados “ni-nis”: ni estudio ni trabajo, y que espero en esta elección, no se adicione el “ni voto”. Pero, por otro lado, encontramos una categoría de jóvenes, que rompen esquemas familiares y sociales, comprometiéndose como ciudadanos, o aquellos que por su dinámica educativa y familiar, han llevado un proceso integral de concientización en cuanto a sus derechos y obligaciones político-electorales, y están dispuestos a ejercerlos.

Hoy se cuenta con un mejor desarrollo en tecnología, computación, tablets, internet, uso de redes sociales, telefonía, medios televisivos y radiofónicos, mismos que deben explotarse con responsabilidad para dotar a los jóvenes que las usan, de todos los elementos necesarios para su integración social autónoma y para el ejercicio pleno de sus derechos ciudadanos.

Sin embargo, las políticas y programas no deben enfocar todo su esfuerzo únicamente a la tecnología de una manera fría, pues es necesario el establecimiento de mecanismos dinámicos, permanentes e integrales, que aprovechen, sin sobresaturar, todas las manifestaciones de interés (música, escultura, teatro, etc) , todos los posibles lugares de reunión y desarrollo de los jóvenes, teniendo no sólo contacto directo con ellos, sino dándoles seguimiento adecuado, partiendo del entendimiento de que son integrantes de un país que tiene características geográficas, demográficas y sociales diversas. Tal es el caso de los jóvenes indígenas, mismos que forman parte en esta deuda social de inclusión en el conocimiento y ejercicio de los derechos político-electorales.

Es tarea de todos: la educación, la familia, la sociedad y no de una asignatura específica institucional. No hay que olvidar que es importante accionar de manera integral, desde diferentes frentes, incluso los personales, pues precisamente el fortalecimiento de la autoestima del joven y la educación permanente, son la base para captar la atención de los múltiples perfiles de jóvenes, en los diversos programas, por lo que es conveniente seguir mostrando interés en los padres y madres de familia, en los docentes, en las relaciones interpersonales y en general en todos aquellos que colaboramos en la creación de la autoestima y en la educación de los jóvenes que privilegie la comunicación y refuerce el rechazo a la violencia.

Por lo tanto, para que no se escape o “bote” ni una sola generación que “vote” por ser el futuro prometedor de México, no debemos dejar de encauzar integralmente nuestros esfuerzos; recordemos pues que “El político piensa en la próxima elección, el estadista en la próxima generación” – Clairke.

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